20 años no es nada, pero 26 …
Por José A. Cruz Lemus (Profesor Titular de Universidad).
26 años es precisamente la parte de mi vida que llevo ligado a la @esiuclm. Cuando aterricé por aquí estábamos en otro siglo y hasta en otro edificio (la agrupación ITA-Informática). A decir verdad, ni siquiera la ESI era tal, sino la EUI (Escuela Universitaria de Informática), donde se podían cursar las Ingenierías Técnicas en Informática de Sistemas y de Gestión. Yo cursé la segunda. En realidad a mí me gustaban las matemáticas desde bien pequeño, cuando incluso mi padre alardeaba de que yo sabía decir el número de las matrículas de los coches con solo un par de añitos. Pero alguna mala experiencia en mis últimos años de bachillerato y, sobre todo, tener a mi hermano Cristóbal estudiando en la Escuela, me inclinaron a decantarme por esta opción.
En ese primer momento, mi desconocimiento de lo que era la Universidad, sus dinámicas y sus calendarios era tan enorme que cuando tuve a bien aparecer por clase por primera vez, mis compañeros y compañeras ya llevaban varios días por allí. Me había perdido las primeras clases de Introducción a la Programación, Tecnología de Computadores (ver ficha adjunta), Cálculo, Física y Contabilidad Empresarial, que eran las asignaturas que debía cursar en ese primer cuatrimestre de mi nueva vida universitaria.
Por fortuna pude acoplarme al ritmo del grupo gracias a la ayuda de uno de los principales activos que aquella EUI tenía y que la actual ESI conserva: la talla humana de sus estudiantes. Es raro encontrar a algún/a egresado/a de esta Escuela que a día de hoy, pasado el tiempo, no cuente entre su círculo más cercano con varios/as compañeros/as de aquellos días de estudio y prácticas de laboratorio.
Terminé la ITIG y, más tarde, formé parte de una de las primeras promociones que completó la recién estrenada Ingeniería Informática (“la superior” como se ha conocido coloquialmente). Justo al terminar, comencé mi andadura como profesor asociado, luego ayudante, ayudante doctor, contratado doctor y titular de universidad y ahí seguimos, engordando el currículum para tratar de conseguir en el futuro una acreditación como catedrático. En todo ese tiempo, y para enmendar mi error inicial, he tenido la oportunidad de conocer a fondo el funcionamiento de un centro y sus muchos procesos administrativos y de gestión de la docencia. Incluso he tenido la suerte de poder colaborar en la actualización de alguno de ellos. Y todo esto que cuento en el seno de una misma Universidad y, sobre todo, de una misma Escuela.
La ESI, para mí y desde siempre, es sobre todo su gente. Hay una comunidad de personas que convivimos en un entorno en el que mientras algunos/as forjan su futuro profesional, a la vez y en paralelo otros/as disfrutamos de nuestra profesión, porque somos muchos/as los/as profesores/as actuales de este centro que nos formamos aquí, en estas aulas. Algunos/as de mis profesores/as de antaño se convirtieron en su día en compañeros/as y, por fortuna, algunos de mis antiguos/as estudiantes hoy son jóvenes profesores/as universitarios, con un futuro brillante y prometedor enfrente de sí.
En todo este tiempo y como es natural se amontonan las anécdotas y los momentos que forman parte de nuestra historia y, que de cuando en cuando, alguna reunión te permite revivir. Esas historias compartidas nos sirven casi siempre para reírnos juntos rememorando los buenos ratos y, porque también es necesario, para recordar y celebrar a quienes ya nos están con nosotros porque en su día nos dejaron. Entre estos últimos me gustaría nombrar explícitamente a Francisco, Eugenio, Camelia y Concha, así como a mi propio hermano, al que sigo echando de menos cada día y cuya foto busco siempre que puedo en las orlas colgadas en distintos espacios de la Escuela.
La mayoría de las anécdotas más divertidas se enmarcan en celebraciones de Santa Tecla. Queridos/as estudiantes: sí, contra todo pronóstico vuestros/as profesores/as también han sido jóvenes y, por supuesto, sabían divertirse… ¡y no poco! Recuerdo las irrepetibles celebraciones en el parking de ITA, algún concierto que se celebró en el patio de la actual ESI con enorme éxito de asistencia, crítica y público (si bien el resto de centros educativos cercanos puede que tengan una opinión distinta a este respecto), un récord Guinness conseguido con una sartén enorme llena de migas y, como no, el primer certamen de monólogos que se celebró justo hace 20 años y el nombre de cuyo ganador omitiré por modestia y para no recordárselo a @agusduran que, a pesar de nuestra amistad, a día de hoy sigue sin perdonarme el haberle vencido en su especialidad, si bien el factor campo era importante y yo jugaba en casa.
Pasados estos primeros 26 años, sólo me queda desear que dentro de otros 26 podamos seguir viniendo a la ESI -obviamente en visita de cortesía- para, con toda probabilidad, constatar que este centro continuará en los días futuros siendo un referente en docencia, investigación y gestión universitaria, los tres grandes ejes a los que todos/as los que formamos parte de esta comunidad tratamos de contribuir con nuestro día a día. Y será así gracias a su gente: estudiantes, personal de administración y servicios, docentes e investigadores. La ESI.
Gracias por todo este tiempo y sigamos, juntos, disfrutando de lo que está por venir.
— José Antonio Cruz Lemus @jjoselemuss