El fantasma de la estanflación ya es real
Por Isidro Peña (TU y Profesor de Fundamentos de Gestión Empresarial en ESI)
En las últimas semanas estamos observando que en la prensa económica cada vez proliferan más los artículos que alertan del peligro de la estanflación. La estanflación es la combinación de la inflación (subida continuada es los precios, que afecta al poder adquisitivo de las familias y a la competitividad de las empresas) y estancamiento económico (crecimiento bajo e incluso negativo). Es una situación totalmente atípica, que apareció por primera en la década de los 70 como consecuencia de la crisis del petróleo de 1973. Hasta la fecha, inflación y estancamiento económico nunca habían aparecido de manera simultánea, ya que la inflación se producía en periodos de crecimiento económico y los periodos de recesión se caracterizaban por una bajada en los precios.
El incremento de los precios, unido a una posible reducción de las ventas impactará directamente en el beneficio de las empresas y por lo tanto en su valoración.
La invasión de Ucrania por parte de Rusia, junto a la aparición de nuevas variantes del COVID hacen que la recuperación económica posterior a la pandemia esté siendo más lenta de lo inicialmente esperado. Además, el incremento de los precios de la energía está produciendo el desabastecimiento de ciertos inputs y componentes (los fabricantes de acero están parando la producción por el aumento del coste de la electricidad), lo que contribuye a un “freno” de la economía. A esta situación, se unen niveles de inflación superiores al 7%, que con toda seguridad llegarán a dos dígitos. Es importante destacar que cuando la inflación alcanza “velocidad de crucero” es difícil de controlar. En este sentido, Paul Volcker, (director de la Reserva en el periodo 1979-1987, durante los mandatos de Carter y Reagan) y héroe de Wall Street por su manera de combatir la inflación (llevó los tipos de interés al 22% después de que en el año 1980 la inflación alcanzase niveles del 15%), comparó la inflación con la pasta de dientes “muy fácil de sacar del tubo, imposible de volver a meterla una vez que ha salido”. Además, no cabe obviar que la inflación afecta, en mayor medida, a los trabajadores con sueldos más bajos por lo que es conocida como el “impuesto de los pobres”.
Las políticas monetarias y fiscal son las herramientas principales que permiten actuar sobre la inflación y el crecimiento. En épocas inflacionarias los bancos centrales deben adoptar una política monetaria restrictiva, reduciendo el dinero en circulación e incrementando los tipos de interés. En el contexto actual (con una economía “dopada” por las grandes inyecciones de liquidez realizadas por los bancos centrales y tipos de interés del 0%), estas medidas provocarían una ralentización mayor de la economía, sin mencionar una posible crisis de la deuda dado los altísimos niveles de endeudamiento de familias, empresas y gobierno de los países desarrollados. Mientras la Reserva Federal ha dado pasos en este sentido, el BCE ha anunciado reducciones en los programas de compra de deuda a partir de abril y está esperando a comprobar si los altos niveles de inflación existentes no son coyunturales para empezar a elevar los tipos de interés.
La situación requiere cautela en cuanto a la política monetaria, con pequeños pasos en cuanto a la retirada de estímulos y subidas de tipos de interés que nos permitan calibrar el impacto de las decisiones monetarias acompañadas de una política fiscal que favorezca la inversión privada y mejoras en la productividad.
En cualquier caso, teniendo en cuenta el contexto bélico actual en el que miles de personas están muriendo, millones de desplazados e imágenes de destrucción y sufrimiento que quedarán en nuestras retinas durante muchos años, y a pesar de las consecuencias económicas negativas, a todos nos gustaría decir: que todo lo malo que pase sea …..la estanflación.